EL LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS
36. PALABRAS A SANTIAGO Y JUAN SOBRE EL APOSTOLADO
37. LA ELECCIÓN DE FELIPE Y NATANAEL
38. COMENTARIOS DE LA BODA DE CANÁ
“Jesús estaba durmiendo cuando llegaron a la morada, pero lo despertaron, diciéndole: «¿Cómo puede ser que mientras nosotros que por tanto tiempo hemos convivido contigo te estábamos buscando en las montañas, tú elegiste a otros en nuestro lugar, seleccionando a Andrés y a Simón como tus primeros asociados en el nuevo reino?» Jesús les respondió: «Serenad vuestro corazón y preguntaos, ‘¿quién os mandó buscar al Hijo del Hombre cuando estaba ocupado con los asuntos de su Padre?'». Cuando relataron los detalles de su larga búsqueda en las montañas, Jesús siguió amonestándolos: «Debéis aprender a buscar el secreto del nuevo reino en vuestro corazón y no en las colinas. Lo que buscabais ya estaba presente en vuestra alma. Por cierto sois mis hermanos —no necesitáis ser recibidos por mí— ya estabais en el reino, y debéis estar de buen ánimo, preparaos también para ir con nosotros a Galilea mañana». Se atrevió entonces Juan a preguntar: «Pero, Maestro, ¿seremos Santiago y yo tus asociados en el nuevo reino, igual que Andrés y Simón?» y Jesús, poniendo su mano sobre el hombro de cada uno de ellos dijo: «Hermanos míos, ya estabais conmigo en el espíritu del reino, aun antes de que estos otros solicitaran ser recibidos. Vosotros, hermanos míos, no tenéis necesidad de solicitar entrada en el reino; habéis estado conmigo en el reino desde el principio. Ante los hombres, es posible que otros tomen precedencia sobre vosotros, pero en mi corazón yo os he contado en los concilios del reino, aun antes de que pensarais en pedírmelo. Aun así, podríais haber sido vosotros los primeros ante los hombres si no os hubieseis ausentado para dedicaros a una tarea bien intencionada, pero impuesta por vosotros mismos, de buscar a aquel que no estaba perdido. En el reino venidero, no os preocupéis por lo que nutre vuestra ansiedad, preocupaos más bien en todo momento de hacer solamente la voluntad del Padre que está en el cielo».” (1525.3) 137:1.6 (Juan 1:42)
“Repentinamente despertó Felipe a la idea de que Jesús era un gran hombre, posiblemente el Mesías, y decidió que aceptaría la decisión de Jesús en este asunto; y fue derecho a él, preguntándole: «Maestro, ¿debo descender donde Juan, o unirme a mis amigos que te siguen?» Jesús le respondió: «Sígueme». Felipe se emocionó con la seguridad de que había encontrado al Liberador.” (1526.5) 137:2.5 (Juan 1:43)
“Condujo pues Felipe a Natanael donde Jesús, quien, mirando benignamente el rostro de este incrédulo honesto, dijo: «He aquí un auténtico israelita, en quien no hay engaño. Sígueme». Y Natanael, volviéndose a Felipe, le dijo: «Tienes razón. Él es en verdad un maestro de los hombres. Yo también le seguiré, si soy digno». Jesús haciéndole un gesto afirmativo a Natanael, volvió a decirle: «Sígueme».” (1526.5) 137:2.5 (Juan 1:45-51)
“María rebozaba de esperanza. Preveía que la promesa de Gabriel estaba próxima a cumplirse. Esperaba que muy pronto toda Palestina se asustaría y se asombraría ante la revelación milagrosa de su hijo como rey sobrenatural de los judíos. Pero a las muchas preguntas de su madre, Santiago, Judá y Zebedeo, Jesús solamente replicaba sonriendo: «Es mejor que me quede aquí por algún tiempo; debo hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo».” (1528.1) 137:3.5
“En las primeras horas de la tarde María llamó a Santiago, y juntos se atrevieron a acercarse a Jesús para preguntarle si estaba dispuesto a compartir el secreto, si les diría a qué hora y en qué punto en relación con las ceremonias de la boda tenía planeado manifestarse como el «sobrenatural». Tan pronto como hablaron estas palabras ante Jesús vieron que habían provocado su indignación característica. Sólo dijo: «Si me amáis, estad dispuestos a aguardar mientras espero la voluntad de mi Padre que está en el cielo». Pero la elocuencia de su reproche se manifestaba en la expresión de su rostro.” (1529.1) 137:4.4
“Pero toda esperanza de tales demostraciones fue borrada de la mente de los seis discípulos-apóstoles cuando los juntó un momento antes de la cena nupcial y con gran intensidad les dijo: «No penséis que he venido a este lugar para obrar milagros para la gratificación de los curiosos o para convencer a los incrédulos. Más bien estamos aquí para esperar la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo». Pero al ver María y los demás a Jesús en consulta con sus asociados, se persuadieron plenamente de que algo extraordinario estaba por ocurrir. Y todos se sentaron a disfrutar de la cena nupcial y de la buena compañía en un ambiente festivo.” (1529.3) 137:4.6
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