EL LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS
57. ACERCA DE GANAR ALMAS
58. TRES DÍAS CON PEDRO, SANTIAGO Y JUAN
59. LA IRA DE DIOS
“Cuando Simón el Zelote y Jesús estuvieron a solas, Simón le preguntó al Maestro: «¿Por qué no pude yo persuadirle? ¿Por qué tanto se resistió él a mis esfuerzos y tan rápidamente se dispuso a escuchar tus palabras?» Jesús respondió: «Simón, Simón, ¿cuántas veces te he enseñado a abandonar tus esfuerzos por outquitar algo del corazón de los que buscan la salvación? ¿Cuántas veces te he dicho que trabajes solamente para poner algo dentro de estas almas hambrientas? Conduce a los hombres al reino, y las grandes verdades vivientes del reino finalmente disiparán todo error grave. Cuando hayas comunicado al hombre mortal la buena nueva de que Dios es su Padre, podrás persuadirle más fácilmente de que él es, en realidad, un hijo de Dios. Y habiendo hecho eso, habrás traído la luz de la salvación al que está sentado en las tinieblas. Simón, cuando el Hijo del Hombre vino primero a ti, ¿vino acaso denunciando a Moisés y a los profetas y proclamando un camino de vida nuevo y mejor? No. Yo vine, no para eliminar lo que tú habías recibido de tus antepasados, sino para mostrarte la visión perfeccionada de lo que tus padres sólo habían podido vislumbrar en parte. Vete Simón, vete a enseñar y predicar el reino, y cuando veas que un hombre está a salvo y seguro en el reino, recién en ese momento, cuando aquel venga con sus preguntas, impártele la instrucción relacionada con el avance progresivo del alma dentro del reino divino».” (1592.4) 141:6.2
“La segunda semana de su estadía en Betania allende el Jordán, Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a las colinas del otro lado del río y al sur de Jericó para descansar por tres días. El Maestro enseñó a estos tres muchas verdades nuevas y avanzadas sobre el reino del cielo. Para los fines de esta narración hemos reorganizado y clasificado estas enseñanzas como sigue:
“Jesús se empeñó en aclararles que deseaba que sus discípulos, habiendo probado de las realidades buenas del espíritu del reino, vivieran su vida en tal forma que, al contemplarla los hombres, se tornaran conscientes del reino y fueran conducidos por esa conciencia a preguntar a los creyentes el camino del reino. Todos los seres que de tal manera sinceramente buscan la verdad están siempre felices de oír la buena nueva del don de fe que asegura la entrada al reino con sus realidades espirituales eternas y divinas.
“El Maestro intentó convencer a todos los instructores del evangelio del reino de que su tarea exclusiva consistía en revelar al hombre individual que Dios era su Padre —en conducir a ese hombre individual a la conciencia de su filiación; luego, presentar ese mismo hombre a Dios como su hijo en la fe. Estas dos revelaciones esenciales se cumplen en Jesús. Él fue efectivamente «el camino, la verdad y la vida». La religión de Jesús estaba totalmente basada en el vivir de su vida autootorgadora en la tierra. Cuando Jesús partió de este mundo, no dejó libros, leyes ni otras formas de organización humana que afectaran la vida religiosa del individuo.
“Jesús aclaró que él había venido para establecer relaciones personales y eternas con los hombres, relaciones que para siempre habrían de tomar precedencia sobre toda otra relación humana. Y accentuó que esta íntima hermandad espiritual debía extenderse a todos los hombres de todas las edades y todas las condiciones sociales de todos los pueblos. La única recompensa que ofrecía a sus hijos era: en este mundo — felicidad espiritual y comunión divina; en el mundo siguiente —vida eterna en el progreso de las realidades espirituales divinas del Padre del Paraíso.
“Jesús hacía hincapié sobre las dos verdades que él llamaba de principal importancia en las enseñanzas del reino, y éstas son: el alcanzar la salvación mediante la fe, y la fe por sí sola, asociada con la enseñanza revolucionaria de alcanzar la libertad del hombre, mediante el reconocimiento sincero de la verdad: «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Jesús era la verdad hecha manifiesta en la carne, y él prometió enviar su Espíritu de la Verdad al corazón de todos sus hijos después de su retorno al Padre en el cielo.
“El Maestro estaba enseñando a estos apóstoles la esencia de la verdad para una era entera sobre la tierra. Frecuentemente escuchaban ellos sus enseñanzas, aunque en realidad lo que él decía era para inspiración y edificación de otros mundos. Ejemplificaba un plan de vida nuevo y original. Desde el punto de vista humano, era en verdad un judío, pero vivió su vida para todo el mundo como un mortal de la tierra.
“Para asegurar el reconocimiento de su Padre en el desarrollo del plan del reino, Jesús explicó que a propósito había ignorado a los «poderosos de la tierra». Comenzó su trabajo con los pobres, la clase social que había sido desechada por la mayoría de las religiones evolucionarias de los tiempos precedentes. No despreciaba a ningún hombre; su plan era mundial, aun universal. Fue tan osado y tan enfático en estos anuncios que hasta Pedro, Santiago y Juan estuvieron tentados a pensar que tal vez pudiera estar él fuera de sí.
“Trató de impartir suavemente a estos apóstoles la verdad de que había venido en esta misión autootorgadora, no para dar el ejemplo a unas pocas criaturas en la tierra, sino para establecer y demostrar una norma de vida humana para todos los pueblos de todos los mundos de todo su universo. Y esta norma se acercaba a la más alta perfección, aun a la bondad final del Padre universal. Pero los apóstoles no podían comprender el significado de sus palabras.
“Anunció que había venido como instructor, maestro enviado del cielo para presentar la verdad espiritual a la mente material. Y esto fue exactamente lo que hizo. Era instructor, no predicador. Desde el punto de vista humano, Pedro era mucho más eficaz como predicador que Jesús. La predicación de Jesús era tan arrolladora debido a su personalidad singular, no tanto por una irresistible atracción oratoria o emotiva. Jesús hablaba directamente al alma de los hombres. Enseñaba al espíritu del hombre, pero a través de la mente. Vivía con los hombres.
“En esta ocasión Jesús, dio a Pedro, a Santiago y a Juan a entender que su trabajo en la tierra estaba en cierto modo limitado por la encomienda de su «asociado en lo alto», refiriéndose a los consejos de su hermano Paradisiaco, Emanuel, antes del autootorgamiento. Les dijo que el había venido a hacer la voluntad de su Padre y sólo la voluntad de su Padre. Estando pues motivado por una exclusividad de propósito totalmente sincera, no sufría mucha preocupación ni ansiedad por las maldades del mundo.
“Los apóstoles estaban empezando a reconocer la cordialidad sin afectación de Jesús. Aunque era fácil acercarse al Maestro, siempre vivía independientemente de todos los seres humanos y por encima de ellos. No estuvo jamás ni por un momento, dominado por una influencia puramente mortal ni sujeto al frágil juicio humano. No prestó atención alguna a la opinión pública, y las alabanzas no lo afectaban. Pocas veces se detuvo para corregir los malentendidos o resentir una interpretación errónea. Nunca les pidió consejo a los hombres; jamás pidió a nadie que orara.
“Santiago estaba asombrado de cómo Jesús parecía ver el fin desde el principio. El Maestro rara vez parecía sorprenderse. No estaba nunca excitado, enojado o desconcertado. No le pidió nunca disculpas a nadie. A veces estaba triste, pero nunca desalentado.
“Más claramente reconocía Juan que, a pesar de todas sus dotes divinas, después de todo, él era humano. Jesús vivió como un hombre entre los hombres y les comprendió, les amó y conoció como tratar con los hombres. En su vida personal era tan humano y sin embargo, tan sin defecto. Y siempre, tan generoso.” (1593.3) 141:7.2
“Se encontraba en Jerusalén para asistir a las festividades de la Pascua un tal Jacobo, rico mercader judío proveniente de Creta, que fue a ver a Andrés con la solicitud de reunirse con Jesús en privado. Andrés arregló ese encuentro secreto con Jesús en la casa de Flavio para la tarde del día siguiente. Este hombre no podía comprender las enseñanzas del Maestro, y había venido porque deseaba hacer preguntas más completas sobre el reino de Dios. Jacobo le dijo a Jesús: «Pero, Rabino, Moisés y los profetas de ataño nos dicen que Yahvé es un Dios celoso, un Dios de gran ira e intenso enojo. Los profetas dicen que él odia a los malhechores y que se venga de los que no obedecen su ley. Tú y tus discípulos nos enseñan que Dios es un Padre clemente y compasivo que tanto ama a todos los hombres que les daría la bienvenida en este nuevo reino del cielo, que tú proclamas que se está acercando».
“Cuando Jacobo terminó de hablar, Jesús le contestó: «Jacobo, has expresado bien las enseñanzas de los antiguos profetas que enseñaban a los hijos de su generación de acuerdo con las luces de su época. Nuestro Padre en el Paraíso es inmutable. Pero el concepto de su naturaleza se ha ampliado y ha crecido desde los días de Moisés a través de los tiempos de Amós y aun hasta la generación del profeta Isaías. Ahora pues he venido yo en la carne para revelar el Padre en nueva gloria y para mostrar su amor y misericordia para con todos los hombres de todos los mundos. A medida que el evangelio de este reino se derrame sobre el mundo con su mensaje de felicidad y buena voluntad para todos los hombres, se irán desarrollando mejores relaciones entre las familias de toda las naciones. A medida que pase el tiempo, los padres y sus hijos se amarán más, y así surgirá una mayor comprensión del amor del Padre en el cielo por sus hijos en la tierra. Recuerda, Jacobo, que un padre verdadero y bueno no sólo ama a su familia en su totalidad —como una familia— sino que también ama verdaderamente y cuida afectuosamente de cada miembro individual de la familia».
“Después de una larga conversación sobre el carácter del Padre celestial, Jesús pausó para decir: «Tú, Jacobo, padre de muchos como tú eres, bien conoces la verdad de mis palabras». Y Jacobo dijo: «Pero Maestro, ¿quién te dijo que soy padre de seis hijos? ¿Cómo es que tú sabías esto sobre mí?» Y respondió el Maestro: «Basta con decir que el Padre y el Hijo conocen todas las cosas, porque en verdad lo ven todo. Como tú amas a tus hijos como padre sobre la tierra, así debes ahora aceptar la realidad del amor del Padre celestial hacia ti — no sólo hacia todos los hijos de Abraham, sino hacia ti, tu alma individual».
“Siguió diciendo Jesús: «Cuando tus hijos son muy pequeños e inmaduros, y cuando tú debes castigarlos, es posible que piensen que su padre está enojado y lleno de ira y resentimiento. Su inmadurez no consigue penetrar más allá del castigo para discernir el afecto previsor y correctivo del padre. Pero cuando estos mismos hijos se vuelven hombres y mujeres adultos, ¿no es acaso una locura para ellos mantener estos conceptos previos y erróneos sobre su padre? Como hombres y mujeres ya deberían discernir el amor de su padre en estos castigos tempranos. ¿Acaso no debería la humanidad, a medida que pasan los siglos, llegar a una mejor comprensión de la verdadera naturaleza y carácter amante del Padre en el cielo? ¿Qué habéis ganado de las generaciones sucesivas de esclarecimiento espiritual si persistís en ver a Dios tal como lo veían Moisés y los profetas? Te digo, Jacobo, que bajo la luz brillante de este momento deberías ver al Padre como ninguno de los que han venido antes pudo jamás contemplarle. Y al verlo así, deberías regocijarte de entrar al reino en el que gobierna tan misericordioso Padre, y deberías tratar de que su voluntad de amor domine tu vida de ahora en adelante».
“Y Jacobo contestó: «Rabino, yo creo; deseo que me conduzcas al reino del Padre».” (1597.1) 142:2.1
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