EL LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS
117. EL LADRÓN EN LA CRUZ
118. LA RESURRECCIÓN
119. LAS APARICIONES MORONTIALES DE JESÚS
“Uno de los bandidos vituperó a Jesús diciendo: «Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué no te salvas a ti mismo y nos salvas a nosotros?» Pero cuando terminó de reprochar así a Jesús, el otro ladrón, que muchas veces había oído las enseñanzas del Maestro, dijo: «¿Acaso no temes ni siquiera a Dios? ¿No ves que sufrimos con justicia por nuestras acciones, pero este hombre sufre injustamente? Mejor sería que buscásemos el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestra alma». Cuando Jesús oyó al ladrón hablar así, volvió la cara hacia él y sonrió con aprobación. Al ver el malhechor el rostro de Jesús vuelto hacia él, se llenó de valor, ventiló la pobre llamita de fe, y dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Entonces Jesús dijo: «De cierto, de cierto hoy te digo que tú algún día estarás conmigo en el Paraíso».
“Instantes después de prometer el Maestro al ladrón arrepentido que se encontrarían alguna vez en el Paraíso, retornó Juan de la ciudad, acompañado de su madre y un grupo de casi doce mujeres creyentes. Juan estuvo junto a María la madre de Jesús, confortándola. Su hijo Judá estaba de pie del otro lado. Al mirar la escena Jesús, era ya el mediodía, y dijo a su madre: «Mujer, he aquí a tu hijo» y hablando a Juan, le dijo: «¡Hijo mío, he aquí a tu madre!» Luego se dirigió a ambos, diciendo: «Deseo que os vayáis de este lugar». Así pues, Juan y Judá se llevaron a María del Gólgota. Juan llevó a la madre de Jesús al lugar donde él paraba en Jerusalén, y luego volvió de prisa a la escena de la crucifixión. Después de la Pascua, María volvió a Betsaida, donde vivió en la casa de Juan por el resto de su vida natural. María no llegó a vivir un año entero después de la muerte de Jesús.” (2008.8) 187:4.1 (Lucas 23:39-43)
“El primer acto de Jesús al levantarse de la tumba fue saludar a Gabriel e instruirlo que continuara con el cargo ejecutivo de los asuntos del universo bajo Emanuel; solicitó luego al jefe de los Melquisedek que transmitiera a Emanuel sus saludos fraternales. Entonces pidió él al Altísimo de Edentia la certificación de los Ancianos de los Días en cuanto a su tránsito mortal; y volviéndose hacia los grupos morontiales de los siete mundos de estancia, allí reunidos para saludar y dar la bienvenida a su Creador en semejanza de criatura de su orden, Jesús dijo las primeras palabras de su carrera postmortal. Dijo el Jesús morontial: «Habiendo completado mi vida en la carne, deseo permanecer aquí por un corto período de transición, para poder conocer más plenamente la vida de mis criaturas ascendentes y revelar ulteriormente la voluntad de mi Padre en el Paraíso». (2022.1) 189:1.10
“Poco después de las cuatro y media de este domingo por la madrugada, Gabriel convocó a su lado a los arcángeles y se preparó para inaugurar la resurrección general del fin de la dispensación adánica en Urantia. Cuando las vastas huestes de serafines y de querubines que participaban en este gran acontecimiento se organizaron en formación apropiada, apareció ante Gabriel, el Micael morontial diciendo: «Así como mi Padre tiene vida en sí mismo, también ha dado al Hijo el poder de tener vida en sí mismo. Aunque todavía no he vuelto a tomar plenamente el ejercicio de la jurisdicción universal, esta limitación autoimpuesta no restringe de ninguna manera el don de la vida sobre mis hijos dormidos; que se comience a pasar lista para la resurrección planetaria». (2024.3) 189:3.1
“Mientras estas mujeres estaban allí sentadas en las horas tempranas del amanecer de este nuevo día, miraron hacia un lado y observaron a un extraño silencioso e inmóvil. Nuevamente se asustaron por un instante, pero María Magdalena, corriendo hacia él y dirigiéndosele como si pensara que tal vez fuera el jardinero, dijo: «¿Dónde habéis llevado al Maestro? ¿Dónde lo han enterrado? Dínoslo para que podamos ir y buscarlo». Como el extraño no le contestó a María, ella se puso a llorar. Entonces les habló Jesús, diciendo: «¿A quién buscáis?» María dijo: «Buscamos a Jesús, quien fue enterrado para reposar en el sepulcro de José, pero se ha ido. ¿Sabes tú adónde le han llevado?» Entonces dijo Jesús: «¿Acaso no os dijo este Jesús, aun en Galilea, que moriría, pero que volvería a resucitar?» Estas palabras asombraron a las mujeres, pero el Maestro tanto había cambiado, que ellas no le reconocieron cuando él se encontraba allí, de espaldas ante la escasa luz. Mientras ellas reflexionaban sobre sus palabras, él se dirigió a Magdalena con voz conocida, diciendo: «María». Cuando ella oyó esa palabra bien conocida de misericordia y salutación afectuosa, supo que era la voz del Maestro, y se arrojó de rodillas a sus pies exclamando: «¡Mi Señor, y mi Maestro!» Y todas las demás mujeres reconocieron que era el Maestro quien estaba de pie ante ellas en forma glorificada, y rápidamente se arrodillaron ante él. (2026.4) 189:4.10
“Al intentar María abrazar sus pies, Jesús dijo: «No me toques, María, porque no soy como me conociste en la carne. En esta forma permaneceré con vosotros por una temporada antes de ascender al Padre. Pero id, todas vosotras, ahora y decid a mis apóstoles, y a Pedro, que yo he resucitado, y que habéis hablado conmigo». (2027.2) 189:4.12
“Mientras María permanecía allí después de la partida de Pedro y Juan, el Maestro se le apareció nuevamente, diciendo: «No dudes; ten el valor de creer en lo que has visto y oído. Vuelve adonde mis apóstoles y nuevamente diles que yo he resucitado, que apareceré ante ellos, y que finalmente caminaré delante de ellos a Galilea como lo prometí».
“María se dio prisa de vuelta a la casa de Marcos y dijo a los apóstoles que nuevamente había hablado con Jesús, pero ellos no quisieron creerle. Pero cuando volvieron Pedro y Juan, los demás ya no se mofaron de María, sino que se llenaron de temor y aprensión.” (2027.8) 189:5.4 (Juan 20:1-18)
“En el ínterin, mientras ellos buscaban a Santiago y antes de que lo encontraran, y mientras él estaba allí en el jardín cerca de la tumba, se apercibió de una presencia cercana, como si alguien le hubiera tocado el hombro; y cuando se volvió para mirar, contempló la aparición gradual de una forma extraña a su lado. Estaba demasiado asombrado para poder hablar y demasiado asustado para huir. Entonces, la extraña forma habló diciendo: «Santiago, he venido para llamarte al servicio del reino. Reúnete sinceramente con tus hermanos y sigue mis pasos». Cuando Santiago escuchó su nombre, supo que era su hermano mayor, Jesús, quien así le había hablado. Todos tenían mayores o menores dificultades en reconocer la forma morontial del Maestro, pero pocos de ellos tenían problema alguno en reconocer su voz o en identificar de otra manera su encantadora personalidad cuando él se comunicaba con ellos.
“Cuando Santiago percibió que Jesús le estaba dirigiendo la palabra, quiso echarse a sus pies, exclamando: «Padre mío y hermano mío», pero Jesús le dijo que se pusiera de pie mientras él le hablaba. Caminaron por el jardín y conversaron casi tres minutos; hablaron de las experiencias de días pasados y pronosticaron los eventos del futuro cercano. Cuando se acercaron a la casa, Jesús dijo: «Adiós, Santiago, hasta que os reciba a todos juntos».
“Santiago entró corriendo a la casa, mientras ellos lo buscaban en Betfagé, exclamando: «Acabo de ver a Jesús, y de hablar con él; yo conversé con él. No está muerto; ¡ha resucitado! Se desapareció de ante mí, diciendo, ‘Adiós, hasta que os reciba a todos juntos'». Apenas acababa de hablar cuando retornó Judá, y volvió a relatar la experiencia de encontrar a Jesús en el jardín, para que la escuchara Judá. Todos ellos comenzaron a creer en la resurrección de Jesús. Santiago anunció seguidamente que no volvería a Galilea, y David exclamó: «Ya no sólo las emotivas mujeres lo ven; aún hombres de corazón fuerte han empezado a verlo. Espero verlo yo también».
“David no tuvo que esperar mucho, porque la cuarta aparición de Jesús ante una presencia mortal ocurrió poco antes de las dos de la tarde en esta misma casa de Marta y María, cuando él apareció visiblemente ante su familia terrenal y sus amigos, veinte en total. El Maestro apareció junto a la puerta de atrás, que estaba abierta, diciendo: «Que la paz sea con vosotros. Salutaciones para los que estuvieron junto a mí en la carne, y hermandad para mis hermanas y hermanos en el reino del cielo. ¿Cómo pudisteis dudar? ¿Por qué habéis titubeado tanto antes de elegir seguir de todo corazón la luz de la verdad? Venid, por tanto, todos vosotros a la hermandad del Espíritu de la Verdad en el reino del Padre». Cuando ellos se recuperaron de la primera impresión y del asombro y se le acercaron con la intención de abrazarlo, él desapareció de su vista.” (2032.1) 190:2.3
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