EL LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS
93. LA VISITA A MARTA Y MARÍA
94. LA ORDENACIÓN DE LOS SETENT
95. TOMÁS Y EL SANEDRÍN
“Se había dispuesto que Jesús se alojara con Lázaro y sus hermanas en la casa de un amigo, mientras los apóstoles se dispersaban aquí y allá en pequeños grupos, habiéndose tomado estas precauciones porque las autoridades judías estaban nuevamente planeando en forma audaz arrestarlo.
“Por muchos años había sido costumbre de estos tres abandonar toda tarea para escuchar las enseñanzas de Jesús cada vez que él los visitaba. Desde la muerte de sus padres, Marta había tomado la responsabilidad del hogar, y por consiguiente en esta ocasión, mientras Lázaro y María se sentaban a los pies de Jesús, bebiendo de sus enseñanzas refrescantes, Marta preparó la cena. Es necesario explicar que Marta tendía a distraerse innecesariamente en numerosas tareas inútiles, y acabar agobiada de trabajos triviales. Ésa era su forma de ser.” (1797.4) 162:8.1 (Lucas 10:38-42
“Antes de poner Jesús sus manos sobre la cabeza de cada uno de los setenta para nombrarlos mensajeros del evangelio, al dirigirles la palabra les dijo: «La cosecha es verdaderamente abundante, pero los labradores son pocos; por eso os exhorto a todos que oréis para que el Señor de la cosecha envíe aún más labradores a su cosecha. Estoy a punto de nombraros mensajeros del reino; estoy a punto de enviaros a judíos y gentiles como corderos entre los lobos. Cuando vayáis por vuestro camino, de dos en dos, os instruyo que no llevéis ni bolsa ni indumentos extra porque salís en esta primera misión por una corta temporada. No saludéis a ningún hombre por el camino, ocupaos sólo de vuestra tarea. Cuando quiera que os alojéis en un hogar, decid primero: que la paz sea con vosotros en este hogar. Si los que en él moran aman la paz, allí moraréis; si no, partiréis. Cuando hayáis seleccionado esta casa, permaneced allí durante vuestra estadía en esa ciudad, comiendo y bebiendo lo que os sirvan. Esto lo haréis porque el obrero tiene derecho a su sostén. No os trasladéis de casa en casa porque os ofrezcan mejor alojamiento. Recordad, al salir para proclamar paz sobre la tierra y buena voluntad entre los hombres, debéis luchar con enemigos amargados e insidiosos; por eso, sed tan sabios como serpientes y tan inocuos como palomas.
“«Dondequiera que vayáis, predicad diciendo, ‘el reino del cielo está cerca', y ministrad a todos los que puedan estar enfermos de mente o de cuerpo. Habéis recibido generosamente de las buenas cosas del reino; dad pues generosamente. Si el pueblo de una ciudad os recibe, encontrarán abundante entrada al reino del Padre; pero aun si el pueblo de una ciudad se niega a recibir este evangelio, proclamaréis vuestro mensaje al abandonar esa comunidad descreída, diciendo, mientras os alejáis a los que rechazan vuestras enseñanzas: ‘a pesar de que vosotros rechazáis la verdad, el reino de Dios ha estado cerca de vosotros'. El que os oye a vosotros, me oye a mí. Y el que me oye a mí, oye a Aquél que me envió. El que rechaza vuestro mensaje del evangelio, me rechaza a mí. Y el que me rechaza a mí, rechaza a Aquél que me envió.»” (1800.5) 163:1.3 (Lucas 10:1-24)
“Esa noche, Natanael y Tomás poco durmieron; estaban demasiado impresionados por todo lo que habían escuchado en la casa de Nicodemo. Mucho pensaron sobre la declaración final de Jesús en relación con la oferta de los miembros y ex miembros del sanedrín de acompañarlo ante los setenta. El Maestro dijo: «No, hermanos míos, no serviría para nada. Multiplicaríais vosotros la ira que recaerá sobre vuestra cabeza, pero no mitigaríais en lo más mínimo el odio que ellos me tienen. Id, cada uno de vosotros, cumplid con los asuntos del Padre según os guíe el espíritu, mientras yo llevo nuevamente el reino a la atención de ellos en la forma en que mi Padre me lo indique».” (1811.1) 164:2.4
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