Wednesday, October 30, 2019

LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS 116. LA CRUCIFIXIÓN 117. EL LADRÓN EN LA CRUZ

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LIBRO DE URANTIA PARTE I PALABRAS DE JESUS
116. LA CRUCIFIXIÓN
117. EL LADRÓN EN LA CRUZ
“Lo que Jesús está a punto a hacer, sometiéndose a la muerte en la cruz, lo hace él por su libre albedrío. Al pronosticar esta experiencia, él dijo: «El Padre me ama y me sostiene porque estoy dispuesto a ofrendar mi vida. Pero tomaré posesión de ella de nuevo. Nadie me quita la vida, —por mí mismo la ofrendo. Tengo poder para ofrendarla, y tengo poder para tomar posesión de ella. Este mandamiento recibí de mi Padre»
“A medida que pasaba la procesión de muerte por las angostas calles de Jerusalén, muchas judías de corazón tierno que habían oído las palabras de buen ánimo y compasión de Jesús, y que conocían su vida de ministerio amante, no pudieron contener el llanto al verlo conducido a una muerte tan innoble. A su paso pues, muchas de estas mujeres lloraban y se lamentaban. Cuando algunas de ellas se atrevieron a caminar a su lado, el Maestro volvió hacia ellas la cabeza y dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino más bien por vosotras y por vuestros hijos. Mi obra está casi terminada —pronto iré a mi Padre— pero los tiempos de tribulaciones tremendas recién empiezan para Jerusalén. He aquí que vendrán días en que diréis: Bienaventuradas las estériles y las de pechos que no amamantaron jamás a sus pequeños. En aquellos días, imploraréis que caigan sobre vosotras las rocas de las colinas para libraros de los terrores de vuestras tribulaciones».” (2004.3) 187:0.3 (Lucas 23:26-49)
“Uno de los bandidos vituperó a Jesús diciendo: «Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué no te salvas a ti mismo y nos salvas a nosotros?» Pero cuando terminó de reprochar así a Jesús, el otro ladrón, que muchas veces había oído las enseñanzas del Maestro, dijo: «¿Acaso no temes ni siquiera a Dios? ¿No ves que sufrimos con justicia por nuestras acciones, pero este hombre sufre injustamente? Mejor sería que buscásemos el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestra alma». Cuando Jesús oyó al ladrón hablar así, volvió la cara hacia él y sonrió con aprobación. Al ver el malhechor el rostro de Jesús vuelto hacia él, se llenó de valor, ventiló la pobre llamita de fe, y dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Entonces Jesús dijo: «De cierto, de cierto hoy te digo que tú algún día estarás conmigo en el Paraíso».
“Instantes después de prometer el Maestro al ladrón arrepentido que se encontrarían alguna vez en el Paraíso, retornó Juan de la ciudad, acompañado de su madre y un grupo de casi doce mujeres creyentes. Juan estuvo junto a María la madre de Jesús, confortándola. Su hijo Judá estaba de pie del otro lado. Al mirar la escena Jesús, era ya el mediodía, y dijo a su madre: «Mujer, he aquí a tu hijo» y hablando a Juan, le dijo: «¡Hijo mío, he aquí a tu madre!» Luego se dirigió a ambos, diciendo: «Deseo que os vayáis de este lugar». Así pues, Juan y Judá se llevaron a María del Gólgota. Juan llevó a la madre de Jesús al lugar donde él paraba en Jerusalén, y luego volvió de prisa a la escena de la crucifixión. Después de la Pascua, María volvió a Betsaida, donde vivió en la casa de Juan por el resto de su vida natural. María no llegó a vivir un año entero después de la muerte de Jesús.” (2008.8) 187:4.1 (Lucas 23:39-43)

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