1 Nuestras lecciones finales serán lo más libres de palabras posible. Las usamos solo al comienzo de nuestra práctica y solo para recordarnos que buscamos ir más allá. Volvámonos a Aquel que nos guía y asegura nuestros pasos. A Él le dejamos estas lecciones, como a Él le entregamos nuestras vidas de ahora en adelante. Porque no queremos volver a la creencia en el pecado, que hacía que el mundo pareciera feo e inseguro, atacante y destructor, peligroso en todas sus formas y traicionero más allá de la esperanza de confianza y de escapar del dolor.
2 Suyo es el único camino para encontrar la paz que Dios nos ha dado. Es su camino el que todos debemos recorrer al final, porque es este final el que Dios mismo designó. En el sueño del tiempo, parece lejano. Y, sin embargo, en verdad, ya está aquí, sirviéndonos como guía misericordiosa en el camino a seguir. Sigamos juntos este camino que la verdad nos señala. Y seamos los líderes de nuestros muchos hermanos que buscan el camino pero no lo encuentran.
3 Y a este propósito dediquemos nuestras mentes, dirigiendo todos nuestros pensamientos a la función de la salvación. Nos ha sido dado perdonar al mundo. Es la meta que Dios nos ha dado. Es su culminación del sueño que anhelamos, y no la nuestra. Porque todo lo que perdonamos no dejará de reconocerlo como parte de Dios mismo. Y así su recuerdo se nos devuelve completo y completo.
4 Es nuestra función recordarlo en la tierra, pues nos fue dado ser su propia realización en la realidad. Así que no olvidemos que compartimos nuestra meta. Pues es ese recuerdo el que contiene el recuerdo de Dios y nos señala el camino hacia Él y hacia el Cielo de su paz. ¿Y acaso no perdonaremos a nuestro hermano que puede ofrecernos esto? Él es el camino, la verdad y la vida que nos muestra el camino. En él reside la salvación, que se nos ofrece mediante el perdón que le hemos otorgado.
No terminaremos este año sin el regalo que nuestro Padre prometió a su santo Hijo. Ahora somos perdonados. Y estamos a salvo de toda la ira que creíamos que pertenecía a Dios y que descubrimos que era un sueño. Hemos recuperado la cordura, y comprendemos que la ira es locura, el ataque es locura y la venganza, una simple fantasía. Hemos sido a salvo de la ira porque comprendimos que estábamos equivocados. Nada más que eso. ¿Y está un Padre enojado con su Hijo porque no comprendió la verdad?
6 Nos acercamos a Él con honestidad, le decimos que no entendimos y le pedimos que nos ayude a aprender sus lecciones a través de la Voz de su propio Maestro. ¿Acaso lastimaría a su Hijo? ¿O se apresuraría a responderle diciendo: «Este es mi Hijo, y todo lo que tengo es suyo»? Ten por seguro que así responderá, pues estas son sus propias Palabras para ti. Y nadie puede tener más que eso, pues en estas Palabras reside todo lo que hay y todo lo que habrá por todos los tiempos y en la eternidad. |
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